Es posible que seas de ese grupo de personas que evita el ajo por lo intenso de su olor y hasta sabor. Pero tenemos la esperanza de que, después de leer esta nota, tu forma de pensar en este ingrediente tan socorrido en nuestra cocina nacional cambie. El ajo, por razones que incluso la ciencia ha comprobado, es muy benéfico para tu cuerpo.
De entrada debes saber que, de acuerdo con información de el periódico El Nuevo Herald, una porción de ajo (cerca de 28 gramos) posee el manganeso correspondiente al 23% del recomendado para consumir en un día. También tiene vitamina B6, vitamina C, selenio, 1 gramo de fibra y cantidades razonables de calcio, cobre, potasio, fósforo, hierro y vitamina B1.
¿Pero para qué sirve todo eso?
Para muchas, muchas cosas. Según el estudio publicado en dicho sitio, el ajo tiene propiedades antibióticas naturales. Esto significa que si lo comes de forma regular, ayuda a combatir infecciones menores. Especialmente si son del aparato digestivo.
Este ingrediente también es bueno para tu memoria, pues contiene antioxidantes que contribuyen a disminuir el riesgo de padecer demencia y Alzheimer. Este componente también tiene un buen efecto en tu piel. No es que por comer ajo te pase lo que a Benjamin Button, pero sí puede ayudar a que tu piel se vea más cuidada.
Además de todo esto, está demostrado científicamente que el ajo ayuda a reducir el colesterol malo, así como la presión arterial. Eso es una gran noticia para las personas que tienen afecciones cardíacas.
Por último, un beneficio que parece menor, pero al que varios le debemos mucho: este producto es casi infalible con las gripas. Un té con ajo, o el simple hecho de comerlo crudo mientras sigues resfriado, siempre ayuda a que disminuyan de forma considerable todos los síntomas de la enfermedad.
Si aún no estás convencido, tenemos una última razón que quizá sí te nueva una fibra interna: si se le cocina bien, puede ser un condimento delicioso que puede hacer mejor cualquier comida. No le hagas el feo. De verdad, el ajo es muy, muy bueno.