El dispendio de alimentos es uno de los males más grandes del mundo en la actualidad, según la Organización de las Naciones Unidas para la Agricultura y la Alimentación (FAO). Afecta a países de todo nivel económico y educativo en los cinco continentes; no hace distinciones de ningún tipo y afecta lo mismo al ambiente, que a la sociedad.
México es un país donde se desperdicia mucha comida. Eso es algo que no sólo no se puede negar, sino que las proporciones del problema son tales, que resultan preocupantes. Cifras oficiales de la Secretaría de Desarrollo Social (Sedesol) indican que en el territorio nacional se tira a la basura el 37% de los alimentos producidos en un día, lo cual equivale a 10 millones 431 mil toneladas al año.
Sólo para que te hagas una idea de la cantidad, si se acopiara toda esa comida serviría para evitar el hambre que parecen poco más de 7 millones de mexicanos, así como para dotarlos de nutrientes de todo tipo. Los alimentos que más se desperdician son pescados y sardinas, nopal, guayaba y mangos.
¿Qué se ha hecho al respecto?
Afortunadamente, cada vez se toman más medidas en la materia. De forma institucional se han hecho Cruzadas Nacionales contra el Hambre para instaurar Bancos de Alimentos en cada estado, que a su vez distribuyen todo lo recuperado en zonas con altos niveles de pobreza. Existen fundaciones alternas como Alimentos para Todos, o Banco de Alimentos Carita, que tiene la intención no sólo de recaudar comida, sino también de apoyar en educación nutricional.
Se han echado a andar proyectos para frenar el desaprovechamiento de productos marinos tanto en el Golfo, como en el Pacífico y el Caribe y también se ha invertido en ciencia, para que más especialistas puedan enfocarse en buscar soluciones prácticas al problema. Aunado a esto, instituciones como la misma Sedesol y Diconsa, se encargan de organizar pláticas con campesinos para evitar pérdidas poscosecha y de alimentos durante su almacenamiento, transportación, distribución y comercialización.
Uno de los bancos de alimentos más grandes en la Ciudad de México, por ejemplo, es el de la Central de Abastos (Ceda). En él los capitalinos pueden participar con donativos de productos básicos en todas sus variedades: frutas, legumbres, verduras, abarrotes, granos y semillas. Se trata de una ubicación ideal para un reservorio de esta naturaleza, pues reduce la generación de basura y ayuda a crear responsabilidad social en los comerciantes, además de que pueden ser unidades de inteligencia que ayuden a identificar las causas del desperdicio.
Todo lo que juntan lo reparten en fundaciones, asilos, comunidades y orfanatos que ayudan a personas, sectores y regiones de escasos recursos, así como comunidades indígenas y grupos vulnerables. Lo único que se necesita para poder participar en esta iniciativa es llamar al número 56 94 01 86, o escribir al correo mlastra@ficeda.com.mx, para agendar la entrega de los productos en el módulo dentro de la Central que fue abierto exclusivamente para estos fines.
También hay iniciativas independientes La Tablée des chefs, que es una asociación civil canadiense sin fines de lucro que llegó a México desde el año 2013 y que busca combatir la inseguridad alimentaria y evitar el desperdicio de alimentos, involucrando a chefs, cocineros, pasteleros y foodies en el rescate de alimentos, la preparación de comida en beneficio de comunidades vulnerables y la transmisión de conocimientos culinarios y de nutrición a jóvenes en situaciones difíciles.
Existe de igual forma una aplicación llamada Olio, que vincula a sus usuarios en una comunidad que se dona alimentos y bebidas en buen estado, y que usa una modalidad de interacción cara a cara para entregarse los productos previamente acordados.
Los esfuerzos se hacen desde distintos flancos y, a pesar de que son como granitos de arena en una playa vastísima, van haciendo diferencias poco a poco, todos los días.
Del otro lado del mundo
A pesar de que el problema de fondo es el mismo, las cosas cambian mucho de uno a otro continente. Mientras aquí hay cada vez más héroes anónimos que se lanzan a cazar comida en buen estado y a punto de ser desechada, para repartirla a quien más la necesita, en Alemania los meten a la cárcel si se les sorprende rescatando alimentos de la basura para el mismo objetivo.
Se trata de una práctica que se ha hecho popular entre los jóvenes, y a la que llaman "dumpster diving” (y que significa “bucear en la basura"). Como en Alemania está penado por la ley rescatar alimentos de la basura “de otras personas”, lo hacen de forma clandestina: salen a medianoche, son sigilosos y usan pasamontañas parta cubrirse la cara. Todo lo que consiguen salvar lo donan a personas que igualmente están ávidas de comida.
Aunque muchos se manifiestan para que esto se despenalice y el desperdicio de alimentos tenga freno, las autoridades les han dado largas y, por lo mismo, sus rebeliones nocturnas por una buena causa continúan. Y continuarán.
Aunque en México eso no ocurre, no está de más que todos los días nos hagamos más conscientes de que lo que no nos comemos y estamos a punto de arrojar al camión recolector, podría alimentar dignamente a alguien más. Sólo es cuestión de hacernos del hábito y seguro que pronto las cosas empiezan a cambiar.
Fuentes: Sedesol. Comunicación CDMX. DW.