Son crujientes, hogareños y de entrañas suaves que siempre te harán recordar tu infancia. Los churros en México son toda una institución, en lo que a postres se refiere, y lo mejor es que hacerlos no es para nada difícil.
Ve preparando un café bien cargado, así como disponiendo la mesa para varias personas, porque seguro tus churros son una sensación y todos querrá arrasar con ellos.
¡Manos a la masa!
En una cacerola grande pon a calentar el litro de aceite vegetal. Ten a la mano un termómetro de cocina y asegúrate que llegue a los 160 grados centígrados.
En otra cacerola pon a hervir el agua con el extracto de vainilla, así como la mantequilla y una pizca de sal.
Una vez que empiece a hervir, deja caer toda la harina y revuelve con una espátula de punta de plástico.
Mezcla con fuerza hasta que todo se haya mezclado. Luego apaga la estufa y agrega el huevo, hasta que consigas una masa tersa, suave, uniforme y que se despegue del fondo de la cacerola.
Ponle una punta con abertura exterior en forma de estrella (las venden en cualquier tienda que dispense artículos de repostería) a la manga pastelera.
Ve metiendo en la manga pastelera la masa, procurando que no se formen burbujas en el interior.
Foto de Pixabay.com * Sobre una superficie plana y engrasada (o con un papel encerado encima), ve colocando tiras de 15 centímetros de la masa.
Una vez que las tengas todas, ve colocándolas en el aceite hirviendo. Ojo: forzosamente debe estar borboteando; si no, no quedarán crujientes.
Cada churro debe estar por lo menos cuatro minutos friéndose; dos por casa lado.
Prepara un bowl con azúcar morena y canela en polvo.
Déjalos primero escurriendo sobre papel.
Una vez que hayan soltado mucha de la grasa de la cocción, pásalos al bowl con azúcar y canela. Trata de que la mezcla de ambos cubra todo el churro.
Si tienes ganas de un poco más de azúcar, puedes bañar una de sus puntas en chocolate derretido. Pero es opcional.
Sirve calientitos y con una taza de café al lado. Le harán el día a cualquiera.