Hornear es de las actividades más desestresantes y satisfactorias que existen en el campo de la gastronomía. No obstante, entendemos que si nunca lo has hecho, tengas un poco de miedo en tu debut.
El horno de gas es tu amigo, recuérdalo siempre. No le tengas miedo. Usarlo no tiene ninguna complicación. Solo debes tener en cuenta ciertas medidas básicas de seguridad, así como algunos consejos, para que tu experiencia sea agradable y obtengas buenos resultados.
Otra cosa muy importante: te hablamos específicamente del de gas, porque es el que más complicaciones podría darte. En general, los demás son mucho más prácticos. Es como cuando aprendes a manejar: si aprendes en un estándar, seguro manejar un automático será cosa sencilla.
¡Toma nota!
Familiarízate con él
Detente una tarde a revisar la estructura del horno, con el instructivo en mano. Fíjate dónde están las perillas, los encendedores, la fuente de calor, la luz. Revisa si tu horno es de una o dos fuentes de calor: recuerda que hay de los que calientan por arriba, por abajo, o en ambas direcciones.
Enciéndelo por primera vez
No temas. Una vez que tengas todo visualizado, sigue las instrucciones de uso y préndelo por primera vez. Pero ojo: que sea a la mínima potencia. Esto, para que vayas subiéndole gradualmente y explorando su capacidad basal y máxima.
Te recomendamos que, luego de programarlo a 180 grados, por unos 15 minutos, hagas un experimento con una coliflor. Rocíala de aceite de oliva, sal y pimienta, y métela a cocinar. Es de los alimentos más nobles y de cocción más sencilla en horno de gas. Fíjate cómo dora tu horno. La forma en como lo haga con la coliflor será la que replique, por ejemplo, en gratinados.
Las temperaturas
Tienes que saber que cada horno modula distinto sus temperaturas. Puede que en tu caso, por ejemplo, ponerlo a trabajar a 200 grados realmente signifique ponerlo a 180. Por eso es tan importante que lo conozcas con anterioridad.
Acá te va una guía básica de las temperaturas promedio de cocción de ciertos alimentos:
Pollo asado: 200 grados centígrados.
Pizza: 220 grados centígrados.
Pan: 200 grados centígrados.
Bizcochos: 180 grados centígrados.
Estofados: 150 grados centígrados.
Merengues y galletas: 120 grados centígrados.
Deshidratar alimentos: 80 grados centígrados.
Conserva el calor
Te recomendamos que siempre mantengas cerrada la puerta de tu horno, mientras cocinas. Así evitarás que se escape el calor que se haya generado en su interior. Para revisar el proceso de la cocción, basta con que prendas la luz interior y te asomes desde afuera.
Si abres la puerta, también es sabido que las carnes se desangran, los pays se achatan y el interior del horno transforma su temperatura.
Siempre precalienta
Si te saltas este paso, es muy probable que te aburras infinitamente en el proceso de cocinado. Lo ideal es que te adelantes preparando calor, mientras tú maniobras fuera del horno con lo que meterás en él: ya sea picando sazonando, acomodando cosas en bandejas.
Una vez que tu aparato te indique que ha alcanzado la temperatura deseada, ahora sí: ¡a cocinar!
Usa bandejas claras
Por extraño que te parezca esto, las bandejas de colores oscuros absorben mucho más calor (y luz del interior del horno), por lo que, si cocinas algo con masas o salsas muy delicadas, pueden quemarse de inmediato. Mejor prevé eso y compra bandejas de colores claros.
Usa mantequilla sin sal
Esto, para que la cantidad que le pongas no altere el resultado final. Acuérdate que, de la suma de todos los ingredientes, podrías conseguir jugos salados. No querrás que por culpa de la mantequilla eso se arruine.
Ahora que ya tienes todo esto en mente, ponlo en práctica. Te aseguramos que te será de mucha utilidad, y eso se verá reflejado en la calidad de la comida que prepares.
Fuentes: La Opinión | Placer al Plato