La Organización Mundial de la Salud calcula que aproximadamente el 30 por ciento de la población mundial sufre de obesidad. Los principales culpables son los alimentos ricos en grasas y el azúcar. Así que la solución de muchas personas es consumir alimentos bajos en grasa, que para equilibrar la perdida de sabor se les añade más azúcar, o edulcorantes artificiales bajos en calorías. Esto con la idea de disfrutar de un sabor dulce sin aumentar las calorías ¿pero esto es tan bueno como parece?
Investigaciones recientes sugieren que los edulcorantes artificiales, como la sucralosa y el aspartame, en realidad aumentan el riesgo de obesidad. Mientras más edulcorantes artificiales consumamos, más grasa producirá y almacenará nuestro cuerpo. ¿Por qué pasa esto si no contienen calorías?
Nuestro cuerpo tiene sensores en la boca llamados “receptores de sabor dulce”, al momento de comer algo dulce, ya sea con azúcar o edulcorantes artificiales, los receptores mandan un mensaje al cerebro para decirle que estamos comiendo algo dulce. En los últimos años se han encontrado estos mismos sensores en otras partes del cuerpo, como en la vejiga, los pulmones y hasta en los huesos. Cuando estos receptores se activan, nuestro cuerpo pone en marcha una cascada de acciones para metabolizar el azúcar.
Las células que componen nuestras reservas de grasa, tienen en su superficie un transportador de glucosa (una proteína que ayuda a la glucosa a entrar a la célula) llamada GLUT4. Cuando comemos más azúcar de la que nuestro cuerpo necesita, las células abren estos transportadores, toman más glucosa, acumulan más grasa y se hacen más grandes. Los investigadores han encontrado que la sucralosa, que se encuentra comúnmente en los alimentos y bebidas dietéticas, aumenta la actividad de GLUT4 en estas células y promueve la acumulación de grasa.
De hecho, se ha visto que las personas obesas que consumen edulcorantes artificiales, tienen mayor número de este tipo de células de grasa, y una mayor expresión de genes asociados con la producción de grasa. De hecho, estudios previos habían demostrado que los edulcorantes artificiales aumentan la sensación de hambre cuando se consumen de forma crónica. Al final de cuentas, estamos generando una distorsión del valor energético de los alimentos, al manipular la dulzura a través de medios artificiales.
Los edulcorantes artificiales pueden ser 1,000 veces más dulces que el azúcar normal, al consumirlos, nuestro cuerpo se confunde, piensa que es azúcar, y aumenta la producción de insulina, la hormona de almacenamiento de grasa. El metabolismo se vuelve más lento, nos da hambre más rápido, y somos más propensos a consumir más comida, lo que ocasiona un aumento de grasa a la larga.
Cuando se consumen edulcorantes artificiales en pequeñas cantidades, es cierto que varias investigaciones han demostrado que si ayudan a la pérdida de peso y a mejorar las condiciones metabólicas. Sin embargo, cuando se consumen edulcorantes artificiales en grandes dosis, en lugar de mantenernos saludables, podrían estar contribuyendo a la epidemia de obesidad. El problema es que muchas veces estos edulcorantes artificiales se añaden a productos que no necesariamente están etiquetados como "diéteticos" o "sin azúcar".
Hoy en día sabemos que además del azúcar, existen edulcorantes naturales como la Stevia y la Monk Fruit (fruta del monje), que se basan en extractos de frutas y tienen un enfoque más natural para mejorar la calidad de los alimentos y bebidas en comparación con sus contrapartes artificiales.
Imágenes | Steve Snodgrass | Joel Olives | Mike Mozart |
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