Un postre que me gusta mucho desde niña, y que además es nutritivo, porque se acostumbra comer en el desayuno, como sustituto de unos huevos, son las jericallas. ¡Y es tan fácil elaborarlas bien doraditas! Solo requerimos tacitas refractarias y una charola para hornear ligeramente alta para agregar agua. Los ingredientes seguramente se tienen regularmente.
Ingredientes
Un litro de leche, 6 yemas más 2 huevos enteros, una varita de canela de buena calidad, (Sugiero la de Ceilán), o media vaina de vainilla y una taza de azúcar blanca.
Procedimiento
Precalentamos el horno a 200°C. Ponemos la charola en la mesa y sobre esta, acomodamos 6-8 tacitas refractarias. Ponemos la leche al fuego con el azúcar al gusto, (yo usé una taza), y cuando empiece a hervir, apagamos y agregamos la canela. Tapamos y dejamos que infusine una hora aproximadamente.
Aparte, rompemos con cuidado los huevos, y separamos las claras de las yemas. Las claras las reservamos para otra receta como una omelette de claras o las congelamos en charolas para cubos de hielo para otras preparaciones. Las claras congelan bastante bien, no así las yemas.
Ponemos las yemas y los dos huevos en un tazón y batimos para romper bien la película de la yema, luego agregamos la leche tibia poco a poco, sin dejar de batir con las varillas, por si aún sigue caliente, para temperarlas. Colamos sobre una jarra con pico vertedor para poder llenar las flaneras. En la fotografía se aprecia que salieron 6 más 2 moldes pequeños. (Ya no tenía más flaneras).
Llenamos con la leche hasta un centímetro por debajo del borde, y agregamos agua a la charola por un lado hasta que se cubran dos centímetros más o menos, esto ayudará a que cuajen sin quemarse del fondo, y se llama: baño María
Horneamos durante una hora aproximadamente a temperatura media y en la parte baja de su horno. Esto es: un poco más abajo que la zona media.
Una vez que dora la parte superior y se empieza a levantar una especie de "costra dorada". Se sacan y si tienen asador se meten un par de minutos. Deben quedar bastante doradas, no tengan miedo, no saben a quemado, seguramente verán bajo esa capa casi negra, el color amarillo pálido de sus jericallas.
Si llegara a evaporarse el agua, agregan más pero que esté caliente, para evitar los cambios bruscos de temperatura, y que sus flaneras se puedan estrellar. Una vez bien doraditas, se apaga el horno y se dejan hasta que están frías. Se meten al refrigerador y se disfrutan a la mañana siguiente como parte del desayuno o como postre para la comida.
La jericalla tradicional no lleva fécula ni harinas para espesarla, solo yemas de huevo, o yemas y huevos enteros, se hace con leche entera, no con las variedades sin grasa. En esta receta, yo cambié la canela por media vaina de vainilla, pero la receta original solo se hace con canela.
La consistencia es menos densa que el flan horneado, pero debe quedar cuajada, como se aprecia en la fotografía de portada, y créanme, son muy ricas. La costra que se forma, o la película que las caracteriza, se come, igual que comerían la costra crujiente de la crema brulé, y es ¡deliciosa!
En Directo al Paladar, les dejo el enlace de una crema de calabacitas, y de un platillo para hacer en lo que sus jericallas se hornean, igualmente, ambos simples pero deliciosos: Pollo glaseado en miel maple. Con este rápido y fácil menú, seguramente quedan bien con chicos y grandes a la hora de la comida.