En México tenemos una variedad enorme de postres que asociamos a diferentes temporadas y temporalidades; el final del año, entre festividades de otoño e invierno, existen unos dulces que especialmente nos recuerdan a las ferias, kermeses y festejos en pueblos. Los buñuelos son uno de esos platillos por excelencia, es por eso que se consumen como postre o como bocadillo dulce siempre que uno quiere gozar de un momento azucarado acompañado de la familia o amigos.
Los buñuelos son esos discos de azúcar crujientes que quedan perfecto para botanear junto con un ponche de frutas calentito. Aunque los encontramos casi en cualquier lado en las noches de invierno, estamos de acuerdo con que nada se compara con el sabor casero y la satisfacción de compartir con tu familia y amigos cosas que has preparado con tus propias manos, con tus ingredientes favoritos.
Si nunca los has preparado, te recomiendo que te retes a hacerlos en casa. Los buñuelos son mucho más fáciles de hacer de lo que te imaginas, y pueden ser perfectos para alguna reunión o posada. El secreto esencial reside en preparar la masa para buñuelos, que no es en absoluto complicada. Quédate y te contamos cómo hacerlo.
En un tazón grande mezclamos la harina, el polvo de hornear y 1 cucharadita de azúcar junto con 1/2 de cucharadita de sal. Una vez que esté bien mezclado, formamos un hueco en el centro y cascamos el huevo en el centro, junto con la mantequilla derretida.
Revolvemos de afuera hacia adentro, hasta que la masa esté con la apariencia como de hojuelas de avena. Una vez que esté lista, agregaremos el agua (una cucharada a la vez) y amasamos poco a poco hasta que obtengamos una mezcla suave y lisa. Cubrimos la masa con un trapo o paño y dejamos que repose por 30 minutos.
Mientras la masa está en reposo preparamos el área de trabajo con un rodillo, un plato grande con una toalla de papel o bolsas de papel abiertas, harina extra para estirar las bolitas de masa, y una sartén grande con el aceite vegetal listo para el momento de empezar a freír los buñuelos.
Dividimos la masa en 12 bolitas y las cubrimos con una servilleta de cocina. Calentamos ¾ de pulgada de aceite en el sartén grande.
Colocamos una de las bolitas de masa en tu superficie de trabajo previamente enharinada y la estiramos con el rodillo. Aplanamos cada bolita hasta formar un círculo lo más delgado que se pueda sin que llegue a romperse. (si lo necesitas, puedes extender la masa sobre una superficie cóncava como la de una olla por detrás. El buñuelo debe de quedar delgado, casi que se comience a volver traslucido.
Puedes formar los buñuelos, y ponerlos sobre una mesa cubierta con un mantel limpio. Que no se peguen unos con otros, mientras terminas de formarlos todos. De esta manera, se seca un poco la masa, y quedan bien doraditos.
Freímos los buñuelos en aceite muy caliente hasta que estén dorados y crujientes. (Este paso tardará sólo unos segundos). Coloca los buñuelos en un plato cubierto con toallas de papel para absorber el exceso de aceite.
Sírvelos calientes o a temperatura ambiente y espolvoréalos con azúcar. Si no deseas rociar el azúcar de inmediato puedes conservar los buñuelos en forma perfecta y crujiente para otro día, y sólo tendrás que añadir el azúcar al momento de servir. Si prefieres servirlos calientes al día siguiente, colócalos en el horno a temperatura muy baja durante 5 minutos. Ahora, lo único que necesitarás es un poco de chocolate caliente para acompañarlos.