Hacer caramelos es todo un arte. Uno que, por cierto, necesitarás dominar para hacer postres deliciosos, como todo un profesional, desde tu casa. Especialmente si estás buscando preparar el flan —o cualquier postre que lleve caramelo en su base— más envidiable, cremosito y delicioso.
Aunque podemos decirte que preparar caramelo líquido es una receta bastante fácil —porque lo es— debemos ser honestas al explicarte que para preparar una receta exitosa de caramelo líquido debemos de seguir ciertas reglas que, de no seguirse, pueden estropear por completo tu receta: desde pasarnos de calor, calcular mal la cantidad de agua o utilizar azúcar inadecuada pueden provocar que tu caramelo se queme y quede pegado al fondo de la cacerola, o que quede tan líquida que interfiera en la textura del postre que estabas imaginando preparar.
La buena noticia es que este caramelo líquido lo podemos guardar en un frasco (recuerda que siempre debe de estar esterilizado) y se podrá conservar cerca de un mes refrigerado para que lo utilices en distintas preparaciones, o por si quieres preparar flan constantemente —como para venta— y puedes preparar el insumo que utilizaras en todo un mes, para no gastar demasiado tiempo preparándolo cada que lo necesites.
Este caramelo para flan es líquido, pero espeso, así que es posible que con la refrigeración se espese más. Pero no pasa nada, con ponerlo a temperatura ambiente por un tiempo, calentar 10 segundos en el microondas o calentar a baño maría recuperará su consistencia y estará listo para endulzar tus postres o, si lo prefieres, para darle un toque distinto a tu café frío.
Precauciones que debemos de tener en cuenta al preparar el caramelo para flan en casa
No debe de haber niños cerca mientras estamos preparando esta receta de caramelo. Hay que recordar que el azúcar derretido puede alcanzar temperaturas superiores a los 200°C, lo que puede provocar graves quemaduras en la piel.
Lo mismo aplica para los adultos que realicen la preparación: hay que ser precavidos y poner mucha atención para no quemarnos.
Nunca hay que dejar solo el caramelo al fuego.
Procura mantener la cara alejada de la preparación.
Al momento de colocar el agua, debemos de procurar que el agua esté hirviendo. Nunca a menor temperatura, porque la diferencia de calor puede hacer que la mezcla salpique.
Ponemos a calentar el agua en un pocillo o cacerola pequeña.
En otra sartén o cacerola —mejor si tiene fondo— añadimos el azúcar, 4 cucharadas de agua y la cucharada de jugo de limón. Ponemos el sartén a temperatura media y dejamos que se caliente. No hay que moverle al inicio, debemos ser pacientes y esperar a que empiece a burbujear ya que de otra forma el azúcar puede apelmazarse.
Cuando el azúcar y el agua se junten comenzará a tornarse de un color miel claro. Aquí es cuando tenemos que poner atención para que no se queme el caramelo: debemos de bajar la temperatura o apagar si lo prefieres y remover con una espátula de madera.
Recuerda que si el caramelo se torna demasiado oscuro se amargará y no servirá de nada.
En cuanto el caramelo tome este color amielado tomaremos un cucharón con el agua del cazo que pusimos a calentar y lo vertemos sobre el caramelo. De preferencia hay que utilizar un guante de cocina, ya que el caramelo puede saltar o soltar vapor muy caliente.
A continuación vamos añadiendo el resto del agua al cazo sin dejar de remover poco a poco.
En cuanto veas que la mezcla se ha unificado adecuadamente, lo dejamos enfriar. Un par de minutos, incluso una hora para asegurarnos.
Nota: nunca de los nuncas se les ocurra tocar el caramelo para revisar si ya se enfrío, ya que se podrían quemar y las quemaduras con caramelo duelen bastante.