La primera vez que comí torrijas pensé que definitivamente eran de esas recetas que se comen en el paraíso. Recuerdo muy bien que me ayudaron a orientarme en el tiempo porque siempre que pienso en este maravilloso postre se rodea de recuerdos de Semana Santa y un lugar con memorias muy especiales. Definitivamente, la espera de cada año se veía motivada por llegar a casa de mi abuelita y mis tías para poder compartir unas torrijas con piloncillo; una receta heredada de generación en generación en México.
Cuando llega la Semana Santa en México celebramos con un festín delicioso, son un par de semanas con platillos dignos de los paladares más exigentes, y cada bocado nos deja una memoria más y nos hace recordar buenos tiempos. Y aunque siempre pensamos en recetas con mariscos o carnes blancas, no todo es la comida del mar, por eso hoy traemos la historia de las torrijas y su mejor receta.
Historia de las torrijas
El origen de las torrijas tal y como la conocemos, se rastrea hasta siglo XV. Este delicioso postre comenzó a prepararse para aliviar a las mujeres cuando daban a luz para favorecer su recuperación postparto. En el siglo XV la torrija comenzó a ligarse a los nacimientos de bebés al estar empapado en leche en la preparación, se creía muy útil para estimular la secreción de leche en las mujeres.
Y pese a que no se sabe el motivo exacto por el que se convirtieron en un platillo de Cuaresma y Semana Santa, comenzaron a incluirse en estas fechas, para aprovechar el pan duro: al tratarse de un alimento muy saciante, daba la energía necesaria (también gracias al almíbar con el que se acompañan) en esos tiempos en que se prohibía el consumo de algunos alimentos más fuertes.
El registro histórico más cercano a lo que hoy conocemos como las torrijas aparece en el recetario de Marco Gavio Apicio, un gastrónomo romano del Siglo I que recopiló distintas recetas de su época en un recetario, que pese a su antigüedad, se tradujo y se adaptó para que llegara a nuestros días. Aunque para ser sinceros, hoy encontramos una variedad muy amplia de recetas e ingredientes base, pero sabemos que la receta original está elaborada a base de pan con algunos días de reposo; o sea, pan duro.
Espiritualidad de las torrijas
Además de los motivos energéticos, también tenían un significado espiritual y religioso: la Resurrección de Jesús. El pan se relacionaba con el cuerpo de Cristo, la fritura en aceite con el sufrimiento, y la leche y miel con el resurgir y la esperanza. De aquí proviene el simbolismo de comer torrijas durante la Semana Santa, una tradición que se ha mantenido hasta nuestros días.
Tips para preparar tus torrijas
Utiliza el pan que compraste días atrás. Esta receta comenzó a prepararse para aprovechar el pan duro, así que aprovecha el que tienes ahí, pero también puedes emplear del día de hoy.
Corta rebanadas gruesas de pan para que el almíbar no deshaga nuestra torrija.
Puedes agregar un toque de acidez para que equilibre el dulzor de la torrija y del almíbar de piloncillo.
Vamos a empezar por preparar el almíbar de nuestras torrijas poniendo en una olla un litro de agua y antes de que suelte su hervor vamos a incorporar el piloncillo, una vara de canela, clavos de olor y el jugo de un limón o dos limones, según el gusto de cada comensal.
Vamos a dejar hirviendo a fuego medio para que comience a reducirse y adquiera la consistencia de almíbar, una vez que lo haga apagamos el fuego y reservamos.
Ahora sí empezamos con las torrijas.
En una olla ponemos a hervir la leche con 2 ramas de canela.
Mientras la leche se calienta, cortamos en rebanadas de unos 3 cm. de grosor nuestro pan blanco o la barra entera.
Una vez que la leche con las ramas de canela haya llegado a ebullición, vertimos en un plato hondo donde posteriormente iremos empapando las rebanadas de pan.
En otro plato hondo batimos los tres huevos y después de rebozar en la leche tocará hacerlo por el huevo.
Previamente calentamos un sartén con el aceite, a fuego alto para que las torrijas no absorban mucho aceite.
Con el aceite caliente en la sartén y el huevo batido preparado en otro plato, vamos mojando las rebanadas de pan en el plato de la leche.
Cuando las rebanadas de pan estén blanditas, pero sin llegar a desbaratarse, agarramos una por una y las rebozamos en el huevo batido, y de ahí las pasamos al aceite.
Cuando estén doradas por un lado, damos la vuelta y esperamos que se doren por el otro lado.
Una vez listas, las sacamos a un plato o recipiente con papel de cocina para que escurra el resto del aceite de las torrijas.
En otro plato hondo vamos a llevar las torrijas y las vamos a espolvorear con la canela en polvo.
Ahora sí vamos a bañar nuestras torrijas con el almbíbar de piloncillo que preparamos previamente.
¡Disfruta el mejor postre de Semana Santa que puedes encontrar!
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