“De la vista nace el amor”. Y eso es algo de lo que a estas alturas ya nadie puede negar. Especialmente cuando se habla de comida. Es por eso que lo que observamos en nuestro plato define tanto de lo que sentiremos en el paladar. Ahora mismo te contamos por qué.
Los colores de la comida son factores importantes de aceptación o rechazo. ¿O no te ha pasado que cuando vas a la tienda y ves que tu leche favorita cambió de empaque, dudas si comprarla o no?
¿Cómo funciona esto de forma práctica?
Por decirlo de alguna forma (y como te explicaremos más adelante) nuestros ojos fungen como predictores. De hecho, ya hay algunas certezas científicas que se tienen respecto de cómo reaccionamos a ciertos colores o tonos en la comida. A continuación te hablamos más de ello:
- El color rojo remite a sabores más dulces, así como a cárnicos, frutales y con tomate.
- A su vez, todo lo verde y amarillo remite a hierbas, salud, bienestar.
- El azul recuerda al hielo o al frío y ayuda a disminuir el metabolismo, así como sentir calma.
- Colores como el naranja excitan el sistema nervioso y provocan mayor sensación de hambre.
- Los colores brillantes en sí sugieren bebidas más dulces.
- Un té en recipiente transparente sugiere que está más frío; un café en un recipiente blanco da la sensación de estar más concentrado.
- La forma y el color del plato influye en los juicios del gusto y la calidad. Así, por ejemplo un mousse de fresa sabe mejor en un plato redondo y blanco que en un plato cuadrado y negro.
No obstante, esto también tiene un componente muy personal. Hay nociones que aprendemos desde niños y que hacen que toda la vida encaminen de cierta manera nuestros sentidos. Si cuando eras bebé comiste muchos plátanos muy dulces, es posible que en adelante relaciones lo amarillo con dicho sabor. Si tuviste una mala experiencia con un chile rojo, también resulta probable que pienses que algo rojo puede picar de forma sorpresiva.
¿Cuál es el proceso de percepción al comer?
Todo depende de tu cerebro. Es en la corteza cerebral, específicamente en el área occipital, donde suele ocurrir la magia. Ahí se desarrollan funciones relacionadas con la interpretación de los estímulos visuales y cómo eso se relaciona con vivencias pasadas. Lo que sentimos, olemos y vemos tiene mucho que ver con un ejercicio de reconocimiento y memoria constante.
De hecho, cuando hablamos del proceso de comer —en el que se ejercita la vista, paladar y lengua— cerca de la mitad de la actividad cerebral del momento se destina a lo visual. Y aunque esto es algo que distingue a la mayoría de mamíferos, los humanos lo pasamos por más tamices de raciocinio.
Si alguna vez comiste un queso que empezó a ponerse verdoso con el paso de los días, te hizo mal, y vuelves a ver esa tonalidad en tu plato, seguro te negarás a probarlo. Como seguramente ya supones, no solo es por gusto, sino también por supervivencia evolutiva.
Ahora que ya sabes cómo funciona tu vista al momento de comer, ponte a reflexionar: ¿qué recuerdos te traen los colores de tu almuerzo de hoy?
Fuentes: Sensing | Hipertextual | Teoría del color.