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Ni dar golpecitos ni menearlos: cómo distinguir un buen melón y siempre comprar uno rico

Ni dar golpecitos ni menearlos: cómo distinguir un buen melón y siempre comprar uno rico
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Laura Ceballos

Editora en Jefe

Le encantan las historias cuyo personaje principal es la comida. Ha colaborado como content manager y editora en marcas como Grupo Imagen, Canasta Rosa, Olé Interactive y Clarins. Tiene un proyecto en redes llamado @foodiecuriosa en donde cocina y narra.

Melones y sandías reinan durante todo el verano y cada año vuelve un tema recurrente de esta temporada: ¿cómo saber si un melón estará en su punto? Por algún extraño motivo tenemos obsesión por dar con los supuestos trucos infalibles que nos aseguren una fruta deliciosa, pero ya adelantamos que no existen los secretos mágicos. Solo hay que aplicar cierta lógica a la hora de comprar.

El saber popular que antes se transmitía de boca a oreja hoy se viraliza en redes, como ya vimos en tiempos con un tweet sobre el pretendido método inequívoco para reconocer una sandía sabrosa. Quizá se deba a la dura corteza que oculta la pulpa de sandías y melones, pero lo cierto es que ambas frutas siguen siendo eso, frutas, y su sabor no depende de una conspiración oculta al consumidor.

No existen melones hembras y machos

Una extraña idea que suele reaparecer en las redes como el meme viral de turno es la supuesta distinción entre **melones hembras y machos,* que asegura que las primeras son mejores y que además se pueden diferenciar por la forma de las rayas de su corteza. Esto es absurdo; si bien existen las flores masculinas y femeninas, diferenciar un fruto por un supuesto sexo no tiene sentido.

Concretamente, el melón puede tener flores masculinas, femeninas o hermafroditas, es decir, produce flores andromonoicas, monoicas y ginomonoicas. Las flores polinizadas gracias a las abejas son las que desarrollan el fruto.

Los dibujos de las líneas que puedan mostrar los melones en su corteza no tienen nada que ver con el supuesto sexo de la fruta ni es ningún indicativo de su dulzor o sabor.

No todos los melones pueden madurar en casa

Melón piel de sapo

Habitualmente se cree que un melón algo verde se puede dejar madurar unos días en casa a temperatura ambiente, pero no siempre es así. Aquí volvemos a resaltar la importancia de distinguir entre frutos climatéricos y no climatéricos, los que siguen madurando tras separarse de la planta, y los que no.

Los melones tipo piel de sapo no son climatéricos; o se cosechan en su punto óptimo, o nos podemos olvidar de que mejoren en casa. Es muy raro que una gran empresa comercialice melones verdes o mal madurados, ya que deben superar numerosos controles de calidad, particularmente cuando se destinan a la distribución para el gran consumo. Es más posible dar con melones más verdes en puestos de venta ambulante, minorista o local.

El melón tipo piel de sapo no sigue madurando después de ser recolectado Los melones que sí son climatéricos, que siguen madurando tras la recolección, son todos los tipo cantalupensis. Es una ventaja a corto plazo, pero si se dejan demasiado tiempo o hace mucho calor podrían estropearse antes de darnos cuenta. Un melón sobremadurado empieza pronto a fermentar y desarrollar malos aromas y sabores.

Esto explica por qué los tipo piel de sapo son melones que se siguen encontrando en los mercados hasta casi Navidad, ya que no se pasan si se almacenan correctamente; un cantalupo jamás aguantará tanto, se pudrirá antes.

En la variedad está el gusto

Variedad de melón

De la misma forma que no a todo el mundo le gustan los mismos tipos de manzanas, tampoco tenemos por qué coincidir en las preferencias de melón. Hoy en día existe un catálogo de variedades que no deja de crecer cada año, con el desarrollo de nuevas semillas y cultivos que buscan ganarse el paladar de cada tipo de consumidor.

Un piel de sapo no sabe igual que un cantalupo o un galia, y en cada tipología encontramos además nuevas variedades que se van ajustando a los gustos y necesidades del mercado. Por eso es importante saber qué nos gusta como individuos, y hacer la compra en consecuencia. Hay que fijarse en el nombre, así como el productor y su origen, y tomar buena nota de qué melón nos resulta más sabroso.

Del mismo modo que los amantes de los melocotones sabemos que merece la pena esperar a la tardía campaña de los de Calanda, podemos dar prioridad a los melones según la fecha en la que estemos o fijándonos en su procedencia, en función de nuestro gusto. De nuevo: no todos los frutos tienen por qué saber igual, ni ser unos mejores que otros.

El control de calidad del productor

Melón picado

Ya lo dijimos al dar consejos sobre cómo escoger una buena sandía; un productor de melones jamás querrá vender productos de mala calidad. Comercialmente no tiene ningún sentido.

El trabajo, la inversión y el esfuerzo que hay detrás de cada fruta que llega a los mercados es inmenso, cada vez más especializado y controlado al milímetro con precisión. Desde la misma selección de las semillas, los productores se esfuerzan en lograr melones que cumplan con sus estándares de calidad, en función del mercado al que apuntan o las perspectivas del consumidor en potencia.

Un melón destinado al consumo local inmediato se recolectará en su punto óptimo y no pasará por tantos tratamientos poscosecha ni almacenajes. Lo habitual es hacer catas y diversas pruebas de análisis antes de distribuir la fruta, comprobando, especialmente, los aromas y los grados Brix, el nivel de azúcares.

La tendencia es desarrollar frutos naturalmente muy dulces, con un alto número de grados Brix, que son los que la mayoría de consumidores identifican como "buen melón", sabroso y sin sabor "apepinado". Claro que, repetirmos, sobre gustos no hay nada escrito, y habrá quien prefiera melones menos dulzones.

A nivel particular nos interesa prestar atención al productor y la variedad de melón concreta para repetir su compra cuando demos con una fruta que sea de nuestro agrado; por el contrario, si no nos convence, quizá es hora de probar con algo diferente. La culpa podría no ser del melón, sino de nuestro gusto concreto y personal.

Tenemos que olvidarnos de manosear los melones o golpearlos como si fueran a darnos una señal mágica para acertar con su calidad. En principio, todos los frutos habrán superado el control de calidad mencionado, pero sí podemos fijarnos en que no hayan sufrido daños en el transporte o en la propia tienda, factores que se escapan al productor.

Las manchas amarillentas o más pálidas que algunos melones muestran en un lateral o base puede corresponder a la zona en contacto con la tierra, pero no siempre es un indicativo de su maduración, ya que a menudo se mueven en la propia planta o puede variar según las horas de sol. Es raro que se cuelen melones de distinto nivel de maduración; sí podríamos sospechar cuando un ejemplar grande pesa muy poco. Aunque, de nuevo, es extraño que ocurra.

En lo que debemos finarnos es que la fruta no presente daños, golpes, grietas u olores extraños, ya que, en ocasiones, los comercios acumulan el producto demasiado tiempo en sus lineales, provocando que se mezclen melones viejos sobremadurados con cargamentos nuevos. Esto sucede también con otras frutas y verduras.

Algunos comercios están abiertos a ofrecer una degustación, algo a tener en cuenta para hacernos una idea del sabor que nos espera si nos decidimos por un ejemplar. Los melones abiertos nos dejan ver la calidad de la pulpa, pero no siempre se han conservado en las mejores condiciones; deben estar bien envueltos y refrigerados.

Confiar en un establecimiento fiable es clave en el proceso de compra, que nos asegure transparencia, respeto por el producto y honestidad. Los melones deben tener apariencia saludable, lucir bien expuestos y debidamente etiquetados, lejos de la luz solar o el contacto con otras frutas. Conviene evitar las ventas ambulantes de procedencia dudosa, a menudo sin garantías.

No existen la certeza absoluta

Melón

Por mucho que se controle al máximo la producción y cada fase del proceso, siempre hay lugar para el desastre. La naturaleza es caprichosa y tenemos que asumir que no todo puede ser siempre perfecto. Hay ocasiones en las que, simplemente, un melón sale malo o se ha estropeado en algún momento de la cadena.

Si eso ocurre, no nos queda otra que asumirlo con resignación y volver a probar suerte en una próxima ocasión. Cuando encadenamos varios melones que no son de nuestro agrado, ya podemos empezar a sospechar que algo falla y quizá tocará cambiar de punto de venta o de variedad.

Artículo original de Liliana Fuchs publicado en DAP.

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