Desde hace tiempo la ciencia ha alertado acerca de los riesgos a la salud por el consumo de bebidas superendulzadas, como los refrescos, pero al parecer no todos hemos hecho consciencia al respecto. Un estudio reciente de la Agencia Internacional para la Investigación sobre el Cáncer encontró que las posibilidades de morir por cualquier motivo de salud se disparan cuando las personas consumen diariamente este tipo de líquidos.
El resultado derivó de un estudio de proporciones sin precedentes: incluyó datos de más de 450 mil personas, a las que se les hizo seguimiento por cerca de 16 años. Lo que los investigadores hallaron fue que, en comparación con los participantes que bebieron menos de un vaso de refresco endulzado por mes, los participantes que bebieron dos o más vasos de estas bebidas por día tenían un mayor riesgo de mortalidad por cualquier causa.
Más aún, éste último registro (el de las personas que bebían dos o más vasos al día) estaba directamente relacionado con enfermedades digestivas y del corazón.
No obstante la gravedad del asunto, también hay que voltear a ver otra veta del tema: el consumo frecuente de bebidas como refrescos azucarados incrementa la ingestión de energía, lo cual puede conducir al aumento de peso y la obesidad.
A eso hay que sumarle que en 2010 el costo mundial de las enfermedades cardiovasculares asociadas con aumento desmedido de peso, así como de diversos cánceres y diabetes tipo 2 y que estaban relacionados con el consumo de bebidas gaseosas y endulzadas se calculó en 184 mil muertes.
¿Qué ocurre en México?
Nuestro país es el primer consumidor de refrescos en el mundo. Por sí solo ese dato es avasallador y preocupante. Datos de la Organización Mundial de la Salud (OMS) y el Instituto Nacional de Salud Pública (INSP) revelan que en nuestro país cada persona bebe alrededor de 163 litros de refresco al año. Eso equivaldría a tomar 1.3 latas de 355 mililitros al día. Si tú no eres parte de esta estadística, seguro conoces a alguien que incluso la sobrepasa.
Al respecto, la OMS está especialmente preocupada por los niños. Esto debido a que los niños obesos o con sobrepeso tienen un mayor riesgo de padecer problemas de salud graves, como diabetes de tipo 2, hipertensión arterial, asma y otros problemas respiratorios, trastornos del sueño y hepatopatías.
Asimismo, pueden sufrir efectos psicológicos, como baja autoestima, depresión y aislamiento social. La obesidad infantil también aumenta el riesgo de obesidad, enfermedades no transmisibles, muerte prematura y discapacidad en la edad adulta.
Las tres recomendaciones principales de esta organización mundial sobre esto son:
- Una ingesta reducida de azúcares libres a lo largo de toda la vida.
- Tanto en adultos como en niños, reducir la ingesta de azúcares libres a menos del 10% de la ingesta total de energía.
- Una mayor reducción de la ingesta de azúcares libres por debajo del 5% de la ingesta total de energía.
Fuentes: