Griselda Herrero, una experta española diplomada en Nutrición Humana y Dietética, lo que comemos influye mucho en nuestras emociones, y viceversa. Asegura que los alimentos incluso podrían ser alentadores del equilibrio emocional.
Según ella, cuando comemos por emociones estamos buscando en la comida aquello que no podemos resolver de otra forma. Por lo mismo, el bocado que tenemos enfrente, a punto de llevarnos a la boca, puede convertirse en una forma de controlar sentimientos de forma momentánea (mientras se acaba tu platillo).
Una de las cosas en las que más se ha enfocado a indagar Herrero, quien además tiene estudios en inteligencia emocional, son los comportamientos alimenticios de la gente cuando tiene cerca celulares, tabletas o computadoras. Ha llegado a la conclusión de que quienes frecuentan comer en esas condiciones tiene mucha más tendencia a engordar y alimentarse de forma insana.
Algo muy importante es que comer implica un proceso en el cual uno debe “escuchar” a nuestro cuerpo: ser sensibles a lo que estamos llevándonos a la boca, darnos cuenta de si estamos o no llenos, de si algún aroma nos recuerda a nuestra infancia. Por eso comer bien implica un verdadero trabajo interno.
Las personas que sufren de trastornos alimenticios, según Herrera, también afectan con ello a sus emociones. A ello se debe que las personas que sufren de bulimia y anorexia de pronto se vuelvan un poco más tristes y con tendencias a sufrir depresión. Quienes padecen de estrés y enfermedades relacionadas también suelen calmar sus preocupaciones comiendo generalmente en exceso.
La comida y todo lo que hay alrededor de ella es un acto tan humano, que deberíamos poner mucha más atención en cómo la llevamos a cabo todos los días.
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