A mucha gente le gusta pensar que los seres humanos estamos en la cúspide de la pirámide evolutiva, siendo la especie más desarrollada y adaptada a nuestro entorno. Pero con sólo voltear y analizar algunas cualidades de los animales que nos rodean, nos podemos dar cuenta que no siempre estamos a la misma altura. Veamos sólo algunas de ellas.
Por ejemplo, los abejorros utilizan voltaje para encontrar las flores. Mientras vuelan, van acumulando una pequeña carga positiva; las flores por naturaleza tienen una carga negativa. Los abejorros tienen pelos mecano-sensoriales en sus patas que responden a la atracción entre estas cargas opuestas, guiándolos hacia las flores. La carga de una flor cambia cuando un abejorro se detiene en ella, algo que los demás abejorros reconocen y les permite dirigirse hacia la siguiente flor.
Los elefantes además de comunicarse a través de los sonidos de su trompa, del movimiento de sus orejas y de retumbidos a frecuencias tan bajas que son imperceptibles para los oídos de los humanos, cuentan con unos pies que son lo suficientemente sensibles para detectar las vibraciones creadas por otros elefantes a distancias tan lejanas como 16 kilómetros. Estos mensajes pueden transmitir la presencia de comida o peligro, pero los elefantes también pueden distinguir si se trata de un amigo o un desconocido.
Los murciélagos vampiro tienen un sistema bastante preciso para encontrar sangre. Lo hacen a través de su olfato, el cual utiliza las mismas proteínas TRPV1 que utilizan los humanos para indicar que algo es peligroso, por ejemplo que un té está hirviendo. Pero en los murciélagos, en lugar de alertar peligro, estas proteínas se concentran en la nariz para avisarles cuando se encuentran cerca de una piel con una temperatura mayor a 30°C, lo que seguramente indica que debajo existe un vaso sanguíneo con una buena cantidad de sangre.
Los tiburones son reconocidos por ser uno de los depredadores más hábiles que se conocen. Pero también poseen el mejor conductor biológico de electricidad descubierto hasta el momento. Se conoce como jalea de Lorenzini, y cubre una red de poros alrededor de la cara de los tiburones. Conforme el tiburón nada hacia su presa, la jalea detecta diferencias súper precisas entre la carga eléctrica del animal y el agua a su alrededor. Es como tener un sistema de rastreo que guía al tiburón directamente hasta su comida.
No es novedad que las abejas pueden detectar el campo magnético de la Tierra, pero todavía no se sabe con exactitud como lo hacen. La teoría más aceptada es que en su abdomen las células están recubiertas de un mineral magnético conocido como magnetita, lo que funciona como una brújula indicándoles dónde esté el norte. Otra teoría indica que la luz solar provoca una reacción química en las abejas, y el resultado se ve afectado por los campos magnéticos.
Vía | Wired
Imágenes | chb1848 | Calle v H |
En Vitónica México | Los insectos son una fuente sustentable de omega 3 En Vitónica México | Lo que el virus del Zika nos dice de nuestro planeta