Estamos en esa época del año en el que el optimismo está al máximo y creemos que este año sí podremos lograr hasta lo imposible, sin importar si el año pasado no cumplimos ninguna de las metas que nos pusimos. Si pusieron más atención en la forma en la que formulamos nuestros propósitos, es posible que sean más realistas.
Me encontré este artículo donde la psicóloga Kelly McGonigal de la Universidad de Stanford comparte cuatro consejos, basados en resultados científicos, para ayudar a crear y a llevar a cabo propósitos exitosos. ¿Están listos?
Elije un objetivo que realmente importe, no sólo una victoria fácil. A nuestro cerebro le fascinan las recompensas, así que generalmente escogemos metas fáciles que sabemos podremos cumplir y satisfacer a nuestro cerebro. Es muy común que la gente establezca metas sencillas, sólo por la ráfaga de optimismo que sienten al cumplirla, si todos nuestros propósitos se basan en esta premisa, es una de las razones por las que los abandonamos fácilmente. Una meta significativa requiere que nos detengamos un poco más a pensar por qué la queremos cumplir.
Piensa en lo que quieres lograr el próximo año, y después pregúntate por qué lo quieres lograr, tres veces seguidas. Por ejemplo, si quieres comer más saludable, pregúntate ¿por qué quieres comer más saludable? Si tu respuesta es por tu salud, entonces hazte la segunda pregunta ¿por qué quieres una buena salud? tu respuesta podría ser que quieres estar vivo para conocer a tus nietos, y aquí vendría la tercera pregunta ¿por qué quieres estar vivo para conocer a tus nietos? Con este ejercicio lograras llegar a la parte fundamental del cambio, donde hay más emociones y mayor motivación.
Enfócate en el proceso, no en el resultado. Cuando nos ponemos metas, es fácil que nos enfoquemos en el final “mágico”, pero la realidad es que no podemos controlar todos los resultados. Así que debemos poner atención en los pequeños peldaños que nos llevaran a ellos. Mucha gente piensa que para llegar a la meta, tiene que cambiar todo a la vez, pero hacer pequeños cambios, facilita el camino hacia los cambios más grandes. Una pequeña acción tras otra, te llevaran a la meta más grande.
La idea es hacer pequeños cambios que sean consistentes con el objetivo mayor, sin tener que entender cómo vas a llegar a la meta. Si tomas decisiones diarias que son coherentes con tu objetivo final, es muy probable que lo puedas alcanzar.
Formula tus propósitos de forma positiva. La forma en la que describes tu objetivo hace una gran diferencia. Enfócate en lo que quieres lograr, no en lo que deseas evitar. Si tu cerebro recibe información negativa o evasiva, va a activar los sistemas de inhibición, mientras que las metas positivas desencadenan acciones de motivación, enfoque y recompensa.
Piensa en lo que quieras fomentar en ti mismo o lo que quieras hacer con más frecuencia. Esa positividad puede ayudarte cuando te encuentres en momentos difíciles. Decir “No quiero seguir siendo gordo”, no es la forma positiva de cumplir una meta. Busca que tus propósitos sean amables contigo mismo.
Por último, prepárate para el fracaso. Sabemos que experimentar momentos de fracaso es inevitable, pero la mayoría de la gente abandona sus metas por fallas menores, o cuando los contratiempos se empiezan a acumular. Muchas personas dejan a un lado su propósito de ponerse en forma, cuando dejan de ir al gimnasio o tienen un día de antojos. Es muy incómodo estar en ese lugar de dudas, autocrítica y culpa.
El chiste no es evitar los fracasos, si no planear para ellos. Pregúntate ¿cuáles son mis probabilidades de fracasar? Por ejemplo, si sabes que es probable que escojas comidas poco saludables cuando tienes hambre, lleva un snack ligero que te pueda sacar del apuro. Los psicólogos lo llaman contar con un plan de contingencia.
Cuando los obstáculos empiecen a aparecer, recuerda por qué ese propósito es importante para ti. Esos simples recordatorios pueden hacer que tu motivación siga a flote y vayas en la dirección correcta.
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