Nuestro experto en cerveza artesanal, Richie Castro, es un amante de dejarse sorprender por la vida, cuando de chelas se trata. Hace poco caminaba casualmente por calles de la colonia Cuauhtémoc, de la CDMX, y de pronto se encontró frente a Le Tachinomi Desu, un extraño bar de inspiración japonesa. Alcanzó a ver sobre la barra una botella con ideogramas japoneses, leyó de lejos "Matcha IPA" y supo que era la señal para entrar al lugar.
Eso era algo extraño. Por lo general Le Tachinomi se especializa en comida nipona, pero vende mucho whisky japonés, sake y vinos. La Matcha IPA era un ejemplar muy raro que tenía que probar. En cuanto se la llevaron y comenzó a verter el líquido se dio cuenta que era de un color verde oscuro intenso con una corona verde esmeralda y buena persistencia. Leyó bien la etiqueta y vio claramente: Kyoto Bakushu Matcha IPA, originaria de Fushimi-ku, Japón.
Para ser una IPA esperaba un potente carácter de lúpulo, pero fue una grata sorpresa encontrarme con algo más elegante, balanceado y bien integrado. En aroma se percibían notas muy herbales y florales y el té verde, algo del perfil de la malta que recordaba un poco de caramelo y suave tostado como a costra de pan.
Cuenta que al darle el primer trago los sabores fueron muy agradables. Tenía el carácter del matcha, pero más inclinado al perfil floral y al mismo tiempo un poco herbal, como de hojas. También la malta daba en nariz notas a caramelo y tostado. Finalmente el amargor era medio pero persistente, que se alargaba con el paso del tiempo. Richie lo describe como una experiencia muy placentera y sorpresiva. Eso sí, nada barata: cada botella cuesta $200 pesos.
¿Hubo maridaje?
Sí, por supuesto. Estando en un lugar como ese, lo primero que le vino a la mente fue ordenar unas trufas de matcha.
El puente queríamos que fuera este ingrediente que estaba en común. En teoría el amargor iba a disminuir el dulzor y la carbonatación haría el corte del carácter cremoso de la trufa. Pero el maridaje no fue como lo esperábamos, ya que la cheve quedó un poco baja en las características.
No obstante, después pidió un Okonomiyaki —una masa con varios ingredientes cocinados a la plancha— y ahí sí funcionó muy bien.
Esto fue por los sabores más intensos de la comida que, acompañada de la salsa de anguila, aportaba cierto dulzor y complejidad que hicieron buen juego con la cerveza.
Por contradictorio que parezca, este tipo de rarezas sí son posibles de encontrar en la capital mexicana. Solo hay que saber buscar muy bien. Y, ni modo, ¡a seguir probando!