Para el desayuno, como postre o para acompañar por la noche con un rico café, de contamos como preparar las mejores galletas de mantequilla caseras.
No hay nada más clásico e infalible para la repostería que las galletas. Las hay de muchas formas, sabores, ingredientes y colores. Nunca pueden faltar en casa para echarse un postrecito o para ofrecer a las visitas con un café en la sobremesa. Son las clásicas galletas de mantequilla rústicas y crujientes, perfectas para acompañar un café o té a media tarde.
A veces es muy fácil tener paquetes de galletas en casa, creo que estarán de acuerdo conmigo en decir ninguna se compara a las versiones caseras que podemos tener en el horno aromatizando la casa. Son frescas, esponjocitas y sin ningún tipo de conservador. Te contamos cómo desterrar las galletas procesadas e industriales preparando tus propias galletas de mantequilla caseras.
Y ni te preocupes, que no son en absoluto difíciles de hacer. Eso sí, como todo proceso repostero, esta receta requiere que prestes mucha atención en el proceso y en la cantidad de ingredientes que añades, así que nada de andar papaloteando mientras preparas tus galletas. Aprovecha, y hasta puede servir como una especie de terapia o meditación, para estar presente en el aquí y el ahora. Igual te compartimos estos consejos para que preparar las mejores galletas.
Lo mejor del asunto es que esta es una receta para primerizos, por lo que son muy sencillas y no te tomará mucho tiempo ni muchos ingredientes. Segurísimo puedes prepararlas con los ingredientes que ya tienes en casa un día que te caigan visitas de sorpresa.
Colocamos la mantequilla junto con el azúcar en un bowl. Es muy importante que la mantequilla esté a temperatura ambiente para que se pueda mezclar bien. Revolvemos con una pala haciendo movimientos envolventes.
Una vez que haya quedado una pastita cremosa, agregamos la cucharada de la esencia de vainilla. Volvemos a revolver bien.
Ahora tamizamos la harina de trigo (o sea, la pasamos por un colador) y la incorporamos al bowl. Mezclamos muy bien una vez más.
Una vez que quede bien formada la masa, vamos a verterla encima de una porción de papel film y con su ayuda, como si fuera un sushi, vamos a enrrollar hasta que quede un tubito de masa que vamos a envolver y cerrar en el plástico. Lo cerramos y guardamos en el refrigerador por una hora más o menos.
Retiramos del refrigerador, desenvolvemos y cortamos 'rodajas' de un centímetro de ancho.
Las ponemos sobre una bandeja para horno envuelta con papel encerado. Las horneamos a 180°C por 12 minutos. Sabremos que están listas porque vamos a notar cómo los bordes empiezan a quedar de un tono doradito.
Es importante no dejarlas mucho tiempo en el horno (aunque todavía sigan blanditas) porque los ingredientes se endurecen en cuanto se enfrían. Si los dejas más tiempo, van a terminar tan duros como una piedra.