Muchas veces asociamos el deporte con hábitos de vida saludables, sin embargo, desde hace miles de años, el consumo de alcohol durante y después del deporte, particularmente en deportes de equipo, es algo bastante común. Existe la creencia, errónea la mayoría de las veces, entre los deportistas, managers y entrenadores que el consumo de alcohol en cantidades bajas y moderadas puede ayudar al atleta a dormir mejor y a reducir las sensaciones de dolor después de un evento deportivo.
El uso del alcohol en los deportes se remonta a las carreras competitivas del siglo XIX, principalmente en Estados Unidos e Inglaterra. Estás carreras eran caminatas muy largas de docenas o cientos de kilómetros. Se aconsejaba a los participantes que tomaran un montón de champaña durante la competencia. Con el paso de los años, los entrenadores o ayudantes seguían a los corredores en automóviles o en bicicletas y les ofrecían diferentes tipos de bebidas alcohólicas.
Entre las bebidas se encontraban diferentes tipos de alcoholes como brandy y champán, aunque también hicieron su aparición drogas peligrosas, como estricnina (veneno para ratas), heroína o cocaína. Muchos entrenadores tenían sus cócteles secretos que los hicieron bastante famosos. El objetivo era reducir la sensación de dolor y aumentar de forma rápida la energía. De hecho, el uso de la heroína y la cocaína para mejor el rendimiento se mantuvieron hasta la década de 1920, cuando se empezó a controlar su uso. El consumo de bebidas alcohólicas se mantuvo hasta los años 70 y 80.
En las Olimpiadas de Atenas de 1896, cuando le faltaban menos de 10 kilómetros para llegar a la meta, el corredor de maratón griego Spiridon Louis, acepto sin dudar un vaso de coñac de su futuro suegro, para después Spiridon Louis coronarse con la medalla de oro. Durante el maratón de St. Louis en 1904, con una temperatura de 32 grado centígrados, muchos corredores recurrieron al alcohol para mejorar su desempeño. Uno de los concursantes era Thomas Hicks, quién se dice tomo dos cócteles de estricnina, brandy y sulfato con claras de huevo durante la competencia. Cuando cruzó la línea de meta colapsó y estaba demasiado débil para recoger su medalla. En 1908, el ganador del maratón de Chicago, Albert Corey, le atribuyó su victoria a un suministro constante de champaña.
Las Olimpiadas de Londres en 1908 son un claro ejemplo del uso de alcohol por los atletas. Durante el maratón, se sabe que varios corredores bebieron cócteles de alcohol o estricnina durante la carrera, incluidos los primeros cuatro en cruzar la línea de meta. El sudafricano Charles Hefferon parecía tener la victoria en el kilómetro 39, pero decidió tomar un vaso de champaña. La bebida fue desastrosa para el estómago de Hefferon, que tuvo que reducir el paso, dándole el paso al italiano Dorando Pietri.
En la foto donde se ve a Pietri cruzando la meta, se observa una cuña de corcho ahuecada en su mano. Apretar las cuñas de corcho ayudaba a los corredores de resistencia a aliviar la tensión en manos y dedos, pero cuando estaban ahuecadas, actuaban como recipientes para beber vino, coñac y otras bebidas energéticas cuestionables. Al final Pietri fue descalificado porque necesito ayuda de un doctor para cruzar la meta. El medallista de oro, Johnny Hayes admitió que había tomado brandy durante la carrera, y el medallista de bronce Joseph Forshaw también tomo brandy para aliviar un dolor en el costado.
Durante muchos años se creyó que, para tratar la deshidratación, las bebidas alcohólicas funcionaban mucho mejor que el agua. En los Juegos de París de 1924, las estaciones de hidratación tenían copas de vino. Fue hasta 1962 cuando el Compite Olímpico Internacional creó una lista con las sustancias prohibidas, protocolos y eventualmente pruebas. El primer atleta en fallar una de estas pruebas anti-doping, fue precisamente porque encontrar alcohol en su cuerpo.
Hoy en día es imposible pensar que un atleta tome una bebida alcóholica antes de un evento deportivo, mucho menos durante la competencia. Aunque sabemos que las fiestas de celebración son otra cosa.
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