Rancho 314: un proyecto oaxaqueño que lleva productos orgánicos y felices a las mesas de grandes restaurantes

Santa Cruz Xoxocotlán. A 20 minutos de la Ciudad de Oaxaca. En un terreno de 30 hectáreas lleno de gallinas libres, establos, áreas de cultivo y mucho verde. Ahí está el Rancho 314: un lugar donde se cultiva orgánico y desde donde irradia una cultura de amor al medio ambiente, que llega hasta las mesas de los mejores restaurantes del estado y algunos de la Ciudad de México.

Tomar vuelo

Mario Fernández es quien echó a andar el sitio. Todo empezó por un perrito. Hace más de 10 años la zona donde ahora está el rancho, que era propiedad de la familia de Mario, se vio amenazada por una ola de robos. Compraron al animal para que la hiciera de guardián y Mario se mudó ahí con él.

Pronto se dio cuenta que era muy buena idea empezar a sembrar algo para poder dejar de depender de comprar cosas fuera. Primero intentó con lechugas, rábanos, betabeles. Luego se hizo de nueve gallinas y pudo obtener huevos.

Su familia empezó a encargarle pequeñas porciones de todo. Luego sus amigos. Luego todo llegó a oídos de algunos chefs locales importantes. Oaxaca es pequeño, todo se sabe eventualmente; toda la gente puede llegar a conocerse. Mario empezó a necesitar más manos para poder producir más de todo y diversificar sus plantíos. Su hermana Ceci se unió al proyecto y entonces tomaron más vuelo.

Así fue fue como, de subsistir y solo venderle huevos a sus tías, pasó a surtir son sus productos vegetales orgánicos, así como sus carnes y derivados de animales a los que dan una vida feliz, a hoteles y restaurantes oaxaqueños de primer nivel como Origen, Casa Oaxaca, Pitiona, Los Danzantes o Zandunga.

También expenden en la CDMX al restaurante Chapulín del hotel Presidente, al igual que a Cancino, Parcela, La Ventanita. Pero lo más importante: han creado un primer nivel de consciencia en su propia tierra, que ahora lleva a amas de casa a buscar sus productos a sus tres sedes en la ciudad de Oaxaca que fungen como tiendas.

En una de ellas, por ejemplo, hay un restaurante. Y quien va ahí puede estar seguro de que, si pide una ensalada, la lechuga que se coma estuvo en la tierra todavía esa mañana, que el queso es fresco del día, que nada llegó ahí con sufrimiento de por medio y mucho menos con la adición de fertilizantes ni pesticidas.

Del campo a la mesa

Lechugas, arugula, kale, espinacas, zanahorias, chayotes, rábanos, betabeles, setas, vegetales baby, brotes. Aromáticas como lavanda, cilantro, perejil, apio. Miel orgánica producida ahí mismo. Huevos, muchos huevos. Carne de pollo, jamón estilo York de cerdo, tocino, patties para hamburguesas, cecina blanca, cecina enchilada, chorizo, longaniza, carne molida, queso de puerco, barbacoa. Quesos frescos, quesillo, mozzarella, quesos maduros, requesón, mantequillas, quesos de cabra con ceniza de hoja de aguacate, yogurts.

El repertorio libre de químicos, y al que se cultiva y crece con mucha gratitud, es amplio en el rancho 314. Tan lo es así que ahora el equipo que lo hace posible es de por lo menos 40 personas. Todos intentan llevar al exterior el mismo mensaje: hay que cuidar a la tierra y a nuestros animales, y hay que estarles eternamente agradecidos porque gracias a ellos es que nosotros podemos comer, existir.

Por eso ellos hacen sus propias compostas para nutrir más el suelo. Por eso están contra los monocultivos. Por eso piden a quienes van a comprarles directamente al rancho que lleven sus tuppers y sus propias bolsas de tela para no contaminar con más plásticos. Por eso son tan únicos en Oaxaca.

En caso de que tengas oportunidad de ir a visitarlos pronto, no dudes en hacerlo. Ser testigo de toda la vida que sale de esas 30 hectáreas de terreno es una gran experiencia. Además, ahora el rancho 314 ofrece experiencias personalizadas a sus visitantes.

Si los contactas por medio de sus redes sociales y les cuentas lo que te gustaría conocer de su proyecto, ellos pueden armarte lo mismo un día de cosecha de hortalizas, para luego enseñarte a cocinar y finalmente acabar en una comida al centro para ti y varios de tus amigos. O si estás interesado en que Rodolfo Castellanos, de Origen, vaya a cocinarte con los insumos de la casa, también hay posibilidad de cuadrar agendas. O si solo quieres ir y perderte entre las gallinas, los berros y las burritas que cuida Mario, también se vale.

La cuestión es conocer este tipo de proyectos y dimensionarlos en la justa proporción del bien que le hacen al planeta y lo mucho que pueden engrandecer una gastronomía, dotándola de ingredientes limpios, saludables, cuidados con esmero y pagados a precios justos. Ojalá que sigan haciendo grandes cosas para beneficio de todos.

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