La naturaleza es sabia y nos provee de todo lo que necesitamos en cada estación del año. Sólo que a veces no somos conscientes de ello y consumimos lo que se nos antoja, o lo que encontramos disponible en las tiendas. Alimentarse con productos de temporada podría ser una de las nuevas maravillas del mundo, pero antes de acceder a ella es importante saber las repercusiones que conlleva.
Para tranquilidad de muchos, y para beneficio de la humanidad en general, son muchas las ventajas de esta forma de consumo. No obstante, todas se resumen en cuatro rubros principales:
1. Nutricional
Ingerir productos naturales cultivados y cosechados en su época idónea de crecimiento aporta mucho a la salud. Esto se debe a que por lo general aportan los nutrientes que el cuerpo humano necesita para estar en óptimas condiciones, dependiendo de las características de la época del año.
Por ejemplo: está comprobado que los productos que se dan en primavera y verano aportan mucha agua, debido a los requerimientos de líquido por las altas temperaturas que se alcanzan en esta parte del planeta. A su vez, en otoño e invierno abundan frutas, verduras ricos en vitamina C, así como animales con alto porcentaje de grasas, para enfrentar sin mayor problema la temporada de frío y fortalecer el sistema inmunológico.
2. Características organolépticas
En casi la totalidad de los casos, los productos de temporada saben, huelen y tienen mejor aspecto y textura. Al momento de consumirlos sin procesamientos de por medio, la diferencia se nota al instante. Por consecuencia, cuando se les cocina suelen dar lo mejor de sí. Son perfectos.
No sólo se trata de frescura, sino de que los ingredientes hayan crecido en entornos sin estrés, ni presión por adelantarlos a madurar.
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3. Abundancia y disponibilidad
Este apartado es muy importante. Si se opta por comprar insumos acordes con su temporada ideal de crecimiento, es hasta lógico que la tierra sea más prolífica y generosa con ellos, así como que los surta con los nutrientes adecuados para que cada ejemplar se desarrolle de forma óptima.
Si se compra a productores locales, el beneficio es mucho, pero mucho mayor. Por una parte, porque puedes asegurarte que estás alimentándote con algo que no hace mucho todavía estaba sembrado, y porque tiene una trazabilidad que puedes consultar directamente con quien te lo vende.
Eso repercute en el precio. Cuando se consumen ingredientes que han sido forzados a crecer antes de tiempo, se paga lo correspondiente a los químicos que intervinieron para que ello sucediera. Ahora bien, si se importan, el costo de traslados lo encarece todo. ¡Mejor comprar directamente a quien cultiva! Así tú ahorras mucho más y todos ganan.
4. Impacto ambiental
Otro gran punto a favor de no forzar a la naturaleza. Como decíamos antes, empecinarnos en tener disponibles productos que no son de la temporada implica el uso de fertilizantes, pesticidas y potenciadores artificiales. Todo eso contamina. Y a la larga puede tener graves consecuencias en tu salud y en la del planeta.
Respetar los ciclos de las tierras de cultivo ayuda a la rotación de los mismos, y eso a su vez logra que sean más productivos y sanos.
En el caso de los insumos importados, la carga ambiental también es preocupante. No sólo alienta la producción de más plásticos para bolsas y envases, sino que implica más gasto de combustibles e incrementa la contaminación atmosférica.
Ahora ya sabes todas las razones por las que esta práctica es buena para tu salud, paladar y bolsillo. Sólo falta que des el paso y te conviertas a la causa. Muchos incluso recomiendan incursionar en los pequeños huertos caseros. De esta forma, tú sabes exactamente de dónde proviene lo que comes y de paso le echas una manita al planeta todos los días.
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