Hace unos días nos enteramos de que Taco Bell, la cadena mas grande de comida estilo mexicano en Estados Unidos y el mundo, había retirado de circulación más de un millón de kilos de carne que contenía residuos de metales.
Esto ocurrió luego de que tres comensales, que se encontraban en sucursales distintas, encontraran en sus órdenes de comida virutas de metal. Al levantar quejas sobre los incidentes, la marca de inmediato mandó retirar la carne de sus restaurantes en 21 estados de Estados Unidos.
De acuerdo con Taco Bell, y con el Departamento de Agricultura Norteamericano, ninguno de sus clientes tuvo afectaciones en su salud por consumir sus productos.
Nosotros nos quedamos con la duda. Quizá ellos corrieron con suerte, pero el hecho de que diario consumimos cantidades mínimas de metales —y especialmente de metales pesados— está comprobado. ¿Qué hay de eso?
La ruta del metal hasta la mesa
La peligrosidad de la ingesta de estas sustancias radica en que no son ni química ni biológicamente degradables, de ahí que se acumulen tanto en el medio ambiente como en los organismos.
Su principal origen son la actividad industrial y minera, e invariablemente se quedan en el medio ambiente durante cientos de años. Contaminan el suelo, se acumulan en las plantas y de ahí su viaje por la cadena trófica comienza. Cuando animales pequeños los consumen se quedan en su cuerpo. Y a éstos animales, a su vez, se los comerá otro más grande.
Es por ello que las mayores concentraciones de metales pesados, como plomo, cadmio, mercurio, zinc, cobre, cromo o arsénico, se encuentran en los depredadores más grandes, tales como los pescados, ciervos, jabalíes y, por supuesto, el ser humano.
También ocurre que vegetales comestibles pueden absorber algunos metales pesados localizados como contaminantes ambientales en el agua, el suelo de cultivo e, incluso, en el aire, y resultar en ocasiones un grave problema de seguridad alimentaria, como ocurre con el arroz en determinados países asiáticos.
Se calcula que el 10% del arroz producido en China contiene niveles excesivos de cadmio. También las verduras de hoja como lechugas, espinacas o acelgas absorben el plomo de la atmósfera, sobre todo, en zonas donde los combustibles aún lo contienen.
¿Cuáles son las repercusiones directas en la salud?
El ejemplo que resulta más contundente para explicar este tema es el mercurio. Este es el metal pesado que se encuentra en mayor cantidad en los pescados, ya que a su vez se le halla en la naturaleza de diferentes formas (orgánicamente, como el metilmercurio, que es la más tóxica), y que también es añadido por la actividad industrial.
Tomando en cuenta que el tiburón, pez espada, marlin, atún y salmón son los peces que más lo contienen, resulta alarmante que se haya descubierto que el ser humano puede absorber hasta el 95% del contaminante presente en el pescado al ser ingerido.
El consumidor acumula el mercurio en órganos como el hígado o el riñón sobre todo, aunque los mayores efectos tóxicos se producen en el sistema nervioso dando lugar a hipertensión, anorexia, trastornos nerviosos o problemas cardiacos. Encima, el mercurio está clasificado como posible cancerígeno para el ser humano por la Agencia Internacional para la Investigación del Cáncer.
Ahora que lo sabes, intenta ser un poco más precavido en cuestión de tu consumo diario de alimentos que pudieran contener metales pesados. Es cierto que consumir algo totalmente puro en un mundo que se desborda de contaminación por todas partes es difícil, pero sin duda podemos reducir riesgos si ponemos un poco de atención en lo que nos llevamos a la boca.
Fuentes: Prevensystem | Consumer | El Universal
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