Los científicos cada vez están más convencidos que la gran variedad de microfauna que se encuentra en nuestros intestinos, es fundamental para nuestra salud mental. La relación intestino-cerebro funciona de manera muy estrecha. El cerebro regula las funciones inmunes que dan forma a la microbiota intestinal, y los microbios intestinales producen compuestos que actúan en el cerebro.
Se sabe que los compuestos microbianos se comunican con el cerebro a través del nervio vago, que conecta al cerebro con el tracto digestivo, y cierto metabolitos producidos por los microbios, interactúan con el sistema inmunológico, quien a su vez mantiene su propia comunicación con el cerebro.
La microbiota intestinal humana, nos ayuda en muchisímas formas. Los microbios del intestino forman vitaminas, rompen la fibra dietética en ácidos grasos de cadena corta digeribles y son las encargadas de las funciones del sistema inmunológico del intestino. Tratamientos probióticos como yogur enriquecido con cepas de bacterias benéficas, ya se usan para ayudar a tratar algunos trastornos gastrointestinales, como la diarrea inducida por antibióticos. Sin embargo, hay pocos datos sobre los efectos probióticos sobre el cerebro humano.
Sin embargo, esto no es nada nuevo, los científicos del siglo 19 y principios del siglo 20, pensaban que el estado de nuestros intestinos determinaba nuestro estado mental. Ellos pensaban que si acumulábamos desperdicios en el colon, se desarrollaba una especie de auto-intoxicación. Los desperdicios producían una especie de “veneno” que causaba infecciones relacionadas con la depresión, ansiedad y psicosis. Por eso los pacientes eran tratados con limpiezas de colón e incluso cirugías intestinales. Después estás prácticas fueron vistas como charlatanería.
Se han realizado muchos estudios en animales, principalmente en ratones, para demostrar el efecto de la microbiota intestinal en ciertos estados mentales. Se han criado ratones en condiciones extremadamente estériles, y se ha visto que los ratones que no tienen microbios intestinales, pierden la habilidad de reconocer a otros ratones con los que tienen contacto usualmente. Otros estudios han demostrado que los ratones que no tienen una microbota intestinales sana, presentan trastornos muy parecidos a la ansiedad humana, depresión y hasta autismo. Los científicos han logrado regresar a los ratones a un comportamiento más normal, al darles ciertas cepas de bacterias benignas.
Hace algunos años, un equipo guiado por Nobuyuki Sudo, colocó en tubos de ensayo a ratones libres de gérmenes, por un período de una hora. Después se midió su producción de las hormonas del estrés. Las cantidades detectadas en los animales libres de gérmenes, fueron mucho más altas que las medidas en los ratones control, que si estaban en contacto con gérmenes y también introducidos en el tubo de ensayo.
Este tipo de hormonas son liberadas por el eje hipotálamo-hipófisis-suprarrenal, y se vio que en los ratones libres de gérmenes, este sistema no funcionaba. Lo importante es que los científicos descubrieron que se podía restaurar la respuesta hormonal simplemente al darles a los ratones la bacteria Bifidobacterium infantis. Fue la primera vez que se vio la posibilidad de utilizar tratamientos probióticos para modificar, para bien, la función cerebral.
En otro estudio, se descubrió que si se colonizaban los intestinos de ratones criados libres de gérmenes con bacteria obtenida de los intestinos de ratones normales, los receptores tomaban ciertos aspectos de la personalidad del donador. Los ratones tímidos se volvían más exploradores, los ratones más atrevidos se volvían más penosos. Esto sugirió que las interacciones microbiales con el cerebro, podían generar ansiedad y desordenes de personalidad.
Probablemente uno de los primeros estudios que muestran que los probióticos ingeridos a través de la comida pueden alterar las funciones cerebrales, fue realizado en la U.C.L.A. Los investigadores le dieron a mujeres saludables dos veces al día, yogurt durante un mes. Después les hicieron pruebas de resonancia magnética donde se les mostraban imágenes de actores con caras asustados o enojadas. Generalmente, estas imágenes desencadenan mayor actividad en las áreas de procesamiento de emociones en el cerebro, que llevaban a un estado de alerta máxima.
Las personas ansiosas pueden ser especialmente sensibles a estas reacciones viscerales. Sin embargo, las mujeres en la dieta de yogur, presentaron una respuesta menos reflexiva, demostrando que las bacterias de nuestro intestino realmente afectan la forma en que interpretamos al mundo.
Las cepas de Bifidobacterium, que son comunes en la flora intestinal de muchos mamíferos, incluyendo los seres humanos, han generado los mejores resultados hasta ahora. En un estudio se ha demostrado que dos variedades de Bifidobacterium, son más efectivas que el escitalopram en el tratamiento de la conducta ansiosa y depresiva en una cepa de ratones de laboratorio conocidos por presentar ansiedad patológica.
¿Será este el comienzo de los psicobióticos?
Vía | Scientific America
Imagenés | Post Memes | Brian Gratwicke | www.homejobsbymom.com | Mattie Hagedorn |
En Vitónica México | Diferencias entre probióticos y prebióticos
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