A pesar de muchos intentos internacionales, la obesidad infantil es un mal imparable. Según datos de la Organización Mundial de la Salud, el número de niños menores de cinco años que tienen sobrepeso u obesidad, ha aumentado a 41 millones, comparado con los 31 millones que existían en 1990. La lucha contra la obesidad infantil, en la mayoría de los países, ha sido lenta e inconsistente.
Las estadísticas publicadas por la Comisión para poner fin a la Obesidad Infantil, dicen que el 6.1% de los menores de cinco años, presentaban sobrepeso, o eran obesos, en el 2014, comparado con el 4.8% en 1990. Lo más alarmante es el gran número de niños con sobrepeso en los países de ingresos medios y bajos, donde durante el mismo período la tasa se ha duplicado, de 7.5 millones a 15.5 millones. En el 2014, el 48% de todos los niños con sobrepeso y obesidad menores de cinco años, vivian en Asia, y el 25% en África.
La obesidad afecta la salud inmediata de un niño, su desempeño educativo y su calidad de vida. Además, un niño con obesidad, es muy probable que siga siendo obeso en la edad adulta, estando en mayor riesgo de presentar enfermedades crónicas. En esos casos, sabemos que no es culpa de los niños, no los podemos culpar por ser gordos, flojos, por comer demasiado o por tener poca falta de voluntad, los responsables somos los adultos.
La solución al problema debe comenzar antes de que el niño se conciba, y continuar durante el embarazo, la infancia, la niñez y la adolescencia. Cuando una madre se embaraza presentando obesidad o diabetes, el niño está predispuesto a un aumento en sus depósitos de grasa asociados con enfermedades metabólicas y con la obesidad. Hoy en día, muchos niños crecen en ambientes que promueven el aumento de peso y la obesidad.
Los valores y las normas culturales influyen en la percepción del peso corporal saludable o deseable, especialmente para los niños, los jóvenes y las mujeres. En algunos lugares, el sobrepeso y la obesidad se están convirtiendo en las normas sociales, contribuyendo así a la continuación del ambiente obesogénico. Además las influencias continúan por generaciones, cuando los niños heredan el nivel socioeconómico, normas y comportamientos culturales, así como las costumbres de la alimentación familiar y la cantidad de actividad física.
Una de las iniciativas para frenar la obesidad infantil es que las escuelas promuevan la salud y den formación en nutrición, así como la actividad física y la eliminación de bebidas azucaradas y alimentos poco saludables en el ambiente escolar. Los especialistas también recomendaron emitir recomendaciones en la cantidad adecuada de sueño, el tiempo de sedentarismo o el tiempo que se pasa enfrente de una la pantalla, y la cantidad de actividad física o el juego activo adecuado para los niños de entre dos y cinco.
La complejidad de la obesidad infantil requiere un enfoque amplio donde participen los gobiernos, los padres, los cuidadores, la sociedad civil, instituciones académicas y el sector privado. Desde el momento en el que se crean políticas, y se llevan a cabo, es necesario que participen todos los sectores de la sociedad, tanto en el plano nacional y regional, como a nivel internacional.
Imagénes | Gaulsstin | U.S. Department of Agriculture | heacphotos |
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