Uno de los regalos más frecuentes en esta temporada navideña son los chocolates, que también gozan de la preferencia de miles durante todo el año, y es que, para la gran mayoría el chocolate es irresistible. Los aztecas, utilizaron el cacao como moneda de cambio y los españolos lo mantuvieron en secreto por más de un siglo. Se dice que en promedio, una persona come cuatro kilos de chocolate en un año, haciendo palpable el hecho de que puede generar una adicción.
Una adicción que seguro en más de alguna ocasión hemos aceptado orgullosamente, pero de la que poco se habla y se conoce, después de todo, no es tan mala como la adicción a las drogas o al alcohol. Pero hoy, que las tiendas están repletas de chocolates para regalar, tomémonos un minuto para hablar de la ciencia detrás de la adicción al chocolate.
La encefalina, la responsable de convertir al chocolate en un manjar irresistible
El chocolate contiene una sustancia llamada encefalina, la cual es posiblemente la responsable de convertir al chocolate en un manjar imposible de resistir. Algunos investigadores han encontrado que la encefalina activa los receptores opioides en el cerebro, los mismos que reaccionan a la morfina, lo que aumenta el impulso de comer.
Este efecto trabaja en dos sentidos: el consumo de chocolate estimula la producción de las encefalina y ésta a su vez, aumenta el consumo de chocolate. Así, una vez que comenzamos a comer chocolate, nuestro cerebro nos instará a comer más y más, por lo que es difícil dejar de hacerlo.
El chocolate causa una combinación química y emocional
Explicar el cómo el cerebro reacciona a un alimento no es lo mismo que explicar por qué la comida produce ciertos efectos. En el caso del chocolate, además de producir reacciones químicas que hacen que el cerebro nos lleve a seguir comiendo, también deja una impresión duradera. Muestra de ello es que tenemos recuerdos de lo bien que nos hizo sentir un chocolate en el pasado.
Todo esto significa que el chocolate causa tanto una combinación química como emocional, y esta última afirmación es debida a varios factores, no sólo del azúcar y las grasas, sino también por que hay un estimulante del sabor amargo, llamado teobromina, la cual ayuda a fijar esa emoción.
Esta misma sustancia, la teobromina, es la razón por la que el chocolate es tóxico para los perros, pero en lo seres humanos su función es análoga a la cafeína, convirtiéndose en parte de la razón por la cuál es chocolate es tan adictivo.
La teobromina al combinarse con la cafeína real del chocolate, resulta en un amuento del estado de ánimo, la concentración y la excitación; así el chocolate tiene propiedades sensoriales más que atractivas y hedonistas, lo que significa que identificamos el bienestar con el placer sensorial e inmediato.
Pero también hay que detenerse a reflexionar que nuestra cultura también juega un papel importante en el consumo del chocolate. Después de todo, el chocolate obtuvo su estatus único en el mundo industrializado, pues su producción en masa tanto en golosina como en bebidas se hizo frecuente en el siglo XIX, y llegó para llenar el vacío que existía entre los estimulantes y los alimentos.
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