Cuando una persona sufre de algún tipo de enfermedad mental, los tratamientos típicos son las terapias y los medicamentos. En los últimos años han aparecido clínicas de salud que utilizan clases de cocina y repostería, como una forma de terapia para personas que sufren de depresión, ansiedad y otros problemas de salud mental.
La finalidad de los cursos es enseñar a estas personas a cocinar saludablemente, ya que el efecto secundario de muchos antidepresivos es el aumento de peso. Pero al cocinar y centrarse en los pasos de una receta, las personas logran reducir su estrés, mejorar su autoestima y frenar pensamientos negativos.
Cocinar funciona como una terapia de activación conductual; se busca aumentar conductas orientadas a acciones positivas y a metas, para ponerle un alto a procrastinar y la pasividad. El obtener un platillo rico después de cocinar, es gratificante, produce placer y da un sentido de logro. La sensación de bienestar aumenta, si observamos que el platillo también les gusta a otras personas.
Muchas personas con enfermedades mentales se sienten aislados socialmente, así que las clases de cocina les dan una oportunidad de estar rodeados de otras personas y aumentar sus habilidades sociales. Como dice Helen Tafoya, directora clínica de un programa de rehabilitación psicosocial “Comer o cortar el pan con alguien más, tiene capacidades curativas más allá de lo que realmente podemos cuantificar”
Los cocinamos diariamente, en lugar de verlo como una tarea fastidiosa, lo podemos ver como una herramienta para reducir el estrés y darnos un momento gratificante. Además de que al cocinar, nuestra alimentación se vuelve más saludable.
Vía | The Wall Street Journal
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