En México, salir de noche es casi sinónimo de terminar en un puesto de hot dogs o de tacos al pastor. Un estudio determino que estos antojos nocturnos, no están tan relacionados con la actitud negligente de estar borracho, sino más bien con una serie de factores cerebrales complejos que resultan del consumo de alcohol.
Beber mucho alcohol hace que el cerebro se vuelva más sensible a las señales que recibe de los alimentos, por ejemplo nuestro olfato se agudiza mucho con los aromas, ocasionando que comamos mucho más de lo que consumiríamos cuando estamos sobrios.
Además muchas bebidas alcohólicas incluyen una buena cantidad de calorías vacías, y si también nos paramos en el puesto de tacos camino a nuestra casa, esa noche de fiesta se convierte en un desequilibro de energía para nuestro cuerpo. Si esto se repite continuamente, el aumento de peso es muy probable. Estudios previos han demostrado que un bebedor puede consumir hasta ¡6,300 calorías extras en una sola noche! En comparación con una persona sobria.
Me llamo la atención la metodología de este estudio en particular. Los investigadores querían ver como el alcohol impacta al cerebro sin que el sistema digestivo entre en acción. Así que en su primera visita, les administraron alcohol vía intravenosa a 35 mujeres, no vegetarianas, no fumadoras y de un peso normal. En su segunda visita se les administro un placebo, también por vía intravenosa. Encontraron que cuando se administró alcohol, los cerebros de las mujeres respondieron más a las señales de los alimentos, y consumieron más comida que cuando se les administro el placebo.
Vía | Medical Daily
Imágenes | Megumi | Troels Dejgaard Hansen |
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